La garrapata de Süskind



He estado muy ocupado los últimos meses, por lo cual, no ha sido fácil entregaros el segundo episodio del podcast, es más, he tenido que abreviarlo para poder publicarlo. El temor de un mayor retraso me ha sugerido esta solución y es lo que he hecho. Cada episodio lo he ido concibiendo como una especie de capítulo que inicia y se concluye en sí mismo; lamentablemente, debo hacer también cuentas con la vida, con las situaciones y tareas que nos exige el mundo. 

¿Sabéis que soy un pintor, verdad? Sin embargo, hace años fui músico también y crear música es un deseo que se me quedará en el tintero, pues, mis ideales sobre música son inalcanzables para mis conocimientos. En otras palabras, no sé cómo poner en papel lo que mi mente concibe, tampoco sé si tales elucubraciones gustarían a los demás y lo más seguro es que estén mal. Es más o menos lo mismo que pasa con el podcast. El arte ha sido siempre así y no tengo idea si mi trabajo gustará. Con la pintura es más fácil, es más directo y veloz: puedes ver un cuadro en cinco segundos y darte cuenta si te gusta o no te gusta, pero con el podcast no funciona de ese modo, debes escucharlo, incluso por partes, para saber si te gusta y esto lleva su tiempo.


Mi novia  no está de acuerdo con mis decisiones estéticas para esta radioficción, a pesar de que me escucha cuando le cuento los avances. Hace pocos minutos estuve explicándole que el primer capítulo de La Nocturna Deidad es así, es trágico y triste y no puedo cambiarlo. Yo, que lo he escrito, sé cuál es el sentimiento del texto y he narrado la cosa según su motivación original. 


       He recitado el texto, tomando algunos apuntes de aquí y de allá, escuchando también las críticas que me han hecho y asimilándolas, para poder mejorar, sin embargo, no sé si lo he logrado. Yo veo la situación como si fuera la creación de una película y me divierto mientras creo, porque es algo que nunca había hecho. Siempre me ha gustado el mundo del cine, el detrás de cámaras sobre todo. Desde que me mudé a Roma, en el 2010, he asistido a muchos sets cinematográficos que he encontrado por casualidad, mientras caminaba por la calle. He siempre querido trabajar en ese campo, sin embargo, a pesar de conocer a varios directores de cine italianos, nunca les he comunicado mi deseo. Nunca les he pedido una pequeña aparición, incluso a título gratuito, una asistencia, una colaboración o algo así. Lo más cercano a ese mundo en lo cual he podido participar, lo hice hace un par de años, cuando colaboré como ghost writer para una serie televisiva italiana. La colaboración duró poco, de todos modos, pues la serie costaba de sólo diez episodios. Fue fantástico ver mis ideas puestas en escena.


Otra cosa que siempre quise hacer fue trabajar en la radio, pero no tuve ni tengo la actitud para ello; digo quise, porque desde hace años he renunciado a este deseo en particular. Cuando quise trabajar en la radio, yo era un muchacho muy tímido que hablaba siempre de arte y de libros y estudiaba en la universidad. 

Hubo un tiempo, al llegar a este país, en que temí quedarme solo por obra de mi exceso de pasiones personales, que se manifestaban con insistencia en mi conversación. ¿A quién le gusta hablar sobre una ciudad imaginaria? Os pido ahora que no me saquéis el argumento de La República de Platón, donde el tema fundamental del libro nace de una idea análoga, porque la gente no es como Sócrates y sus amigos. Hubo un tiempo, en Maracaibo, que acosé a mis amigos hablándole sobre La Nocturna Deidad. Una vez, en el 2008, regalé 400 páginas de La Nocturna Deidad a un monseñor, un sacerdote muy famoso en Venezuela y estuve hablándole, durante una reunión que duró varias horas, sobre una ciudad llamada Vinae Puolae, un lugar que había inventado para La Nocturna. Desde entonces han pasado muchos años, pero me sorprendo todavía al recordar con cuánta paciencia me escuchó y cuán agradecido me sentí al verlo interesarse en mi trabajo, pero no todas las personas son iguales.


Ya en Italia, en completa soledad y autonomía, empecé a considerar que, para sobrevivir socialmente, tenía que dejar de hablar de mis preferencias personales y ponerme al servicio de los temas preferidos por los demás. Mis lecturas, mi arte, quedaron dentro de mí mismo, esperando que alguien demostrase algún interés en ello. Un pasaje del libro El Perfume pone un ejemplo de lo que os digo, un ejemplo muy vivo que me representa. Patrick Süskind, como narrador, habla de una garrapata o algo así, que puede quedarse años alimentándose de la última gota de sangre que ha chupado, cobijándose bajo la hojarasca, hasta que huele nuevamente un animal y, entonces, sale de su letargo y se prepara para abordarlo. 


Ser un intelectual en el mundo moderno es difícil, chicos, y yo he sido como esa garrapata los últimos doce años. He esperado bajo la hojarasca y he aprendido a guardarme mis opiniones, hasta el punto de que a veces he creído de estar embruteciendo por no discutir sobre mis lecturas. A pesar de todo, debo decir que no me siento oprimido por esto, al contrario. Se me hace extremadamente fácil conocer gente y hacer amigos, mientras, claro, no me ponga a hablar sobre literatura. Convivo muy bien con mi silencio y la facilidad para hablar con los demás, interesándome, principalmente en sus vidas; cosa que es muy satisfactoria. 


La idea de sacar un podcast con mi trabajo literario me llegó en el 2020, fue un subproducto del encierro obligatorio ocasionado por la epidemia del covid. Quise, en un principio, hacer unos videos y colgarlos en Youtube. El podcast, digamos, fue posterior, nacida de la sugerencia de mi amiga Rosdary Vargas, quien estudió cine en París y hoy en día trabaja como cocinera en esa maravillosa ciudad. Rorro o simplemente Ro, como la llamo a veces, estudió también cocina en Lyon en el instituto Paul Bocuse. Un día me preguntó con cuál programa yo había tratado el audio que había utilizado para la elaboración del video que le había apenas enseñado. Me sentí estúpido, pues no había usado ninguna técnica particular para realizarlo y entonces decidí que sería mejor dedicar más tiempo a esta parte fundamental del trabajo. Así que, bueno, compré un micrófono a condensación barato, de sesenta o setenta euros, no recuerdo, bajo el consejo de otra amiga y empecé el trajín. 


No tenía ningún tipo de conocimientos sobre programas de audio, así que, bueno, empecé a hacer preguntas sobre el argumento a muchos amigos músicos y tal. Unos, esgrimiendo una santa paciencia, me dieron algunos importantes tips. Marcel Casella, un viejo amigo de Maracaibo, dedicó tres horas a enseñarme lo que debía hacer, dando, además, una crítica al primer audio que hice, cosa que le agradezco infinitamente. Lo mismo hizo Juan Pablo Barreto, amigo y ex compañero de grupo. Tocamos juntos en un grupo gospel hace muchísimo tiempo. Juan, que es un pan de Dios, respondió todas mis preguntas; e igual Giovanni Abei, otro amigo con el cual trabajé como camarero en Trastevere, aquí en Roma, hace muchos años. Hoy en día, Giovanni vive en Berlín, es un creador de música experimental y es un amante de la música latinoamericana, nutre además un particular interés por el trabajo de nuestro Simón Diaz, autor de Caballo Viejo y Mercedes. 


El concepto estético de mi podcast irá mejorando con el tiempo; al menos, lo espero. Me gustaría hacer cada episodio diferente, pero sé que tal deseo será muy difícil de realizar. La radioficción con música y tal, es una tarea difícil, las ideas principales las he aprendido de un gran podcaster español con quien tuve el placer de chatear en los pasados meses. Se llama Alberto Martínez y vive, me parece, en Bruselas.


Alberto conduce un canal de Youtube que se llama Noviembre Nocturno, canal que conocí en el 2020, mientras buscaba información sobre los relatos de Howard P. Lovecraft. 


Tal autor, Lovecraft, lo conozco desde hace al menos quince años, pero nunca había leído nada de su trabajo. Intenté leer algo suyo el año que salió el último libro de Harry Potter, sin embargo, debo decirlo, no estaba preparado para su narrativa; en pocas palabras, digámoslo: lo primero que leí de su trabajo no me gustó. Llegué a saber de él, pues, había encontrado un blog en internet que trataba sobre la vida y obra de J.R.R. Tolkien, donde se decía que Tolkien había sido profundamente influenciado por Lovecraft. Con Lovecraft me pasó como con la cerveza: por muchos años odié su amargor y ahora lo amo.


En el 2019 comencé a escuchar algunos videos de ficción mientras cocinaba o pintaba en el estudio, videos que encontraba en Youtube. Durante años había usado el sintetizador vocal de mi computadora para escuchar libros mientras pintaba, cosa que me resultó extremadamente útil; de ello quedaron algunos rastros en la Nocturna, en el primer capítulo (rastros que también aparecen en el primer episodio narrado), cuando el vlado hace alusión a un ebro llamado "Florecilla", nombre que se le dio al ejemplar gracias a la voz con la cual se narraba a sí mismo. Esto me vino, naturalmente, porque en los ordenadores modernos uno puede escoger la voz con la cual el sistema te leerá las cosas y cada voz tiene su nombre propio. De allí me vino la idea, que incluí en una de las revisiones hechas entre el 2013 y 2015. El nombre de Florecilla (y éste es un detalle para vosotros, curiosos, allí donde estéis) es un homenaje que he hecho al niño David Cooperfield, de Dickens, a quien le gustaba mucho leer en voz alta. Florecilla fue el apodo que le puso Steerforth, ¿os acordáis?


     Regresando a nuestro tema, Youtube me propuso un canal que se llama Gran Misterio ese año, el 2019, donde el conductor del canal resumió algunas obras de Lovecraft. Del Necronomicón había escuchado mucho tiempo antes, por años pensé que tal libro había realmente existido, figuraos. Los relatos me gustaron, así que seguí indagando y de ese modo descubrí a Alberto, a quien luego agregué en Facebook. Si escucháis su trabajo en Youtube, veréis cuán delicado y misterioso es. Me he enamorado de algunos de sus trabajos, algunas de sus maravillosas lecturas, de su fineza en ambientes y en lo elaborado de sus fondos y su homogeneidad conceptual. Confieso que no he escuchado todas sus radioficciones y que, por causa de mis ocupaciones, las he descuidado bastante los últimos meses. Sé que me he perdido de mucho, pero, lamentablemente, la vida me ha arrastrado hacia otros parajes y argumentos, tanto odiosos como concretos que no tienen nada que ver ni con la belleza ni con el arte. 


El Barco Blanco, Celephaïs, El Inmortal, Un habitante de Carcosa, La llave de Plata y otras de sus lecturas me enseñaron qué es lo que debe tener un audio relato, según mi gusto. Las lecturas y ambientes que realiza Alberto y sus colaboradores me gustan, porque son independientes, pueden o no pueden tener un video acompañándolos, son tremendamente dramáticos y misteriosos, sobre todo profesionales. Hay algunos que no están de acuerdo con ese modo de hacer, es decir, hay algunos que me han dicho que la voz de Alberto está sobreactuada  y me han explicado por qué. Yo he defendido su trabajo, pues creo que no poco de su dramatismo forma parte de su éxito como ejecutor y como artista. El dramatismo es hermoso en la declamación, sino, no existiría ni siquiera la opera italiana. Leer poesía es difícil, se tiende a exagerar el sentimiento; incluso Borges exageraba y, digámoslo, Alberto lee mejor que Borges y éste estaría completamente de acuerdo conmigo. Si pensáis que exagero, podéis ver algunos de los videos de Borges declamando, los cuales encontraréis fácilmente en Youtube. 


        Os dejo la página web de Alberto, donde hallaréis toda la información necesaria para conocer su labor:




                        https://noviembrenocturno.es 





Soy un bebé todavía en estas cosas, pero, como en la pintura, cuando mi técnica vaya mejorando, retornaré sobre estos cuadros que estoy haciendo ahora, estos cuadros sonoros, para mejorarlos y es lo que pienso hacer con el primer episodio, ahora que publiqué el segundo. Para eso he guardado cada proyecto, con todos sus pasajes y pistas, en un hard disk.


Quizás en el futuro odiaré mi propia voz o veré con ternura mi técnica actual o la falta de ella, como cuando se mira un dibujo hecho durante la infancia. 


Mi otra inspiración creo que se encuentra en el cine, chicos.


Seguramente tendréis presente el film Amadeus, de Milos Forman. ¿Os acordáis cuando Salieri describe la música de Mozart? 





      Creo que tal pasaje expresa mi idea de cómo debería ser un podcast, según mi gusto o, al menos, es lo que me gustaría hacer. ¿Y no es Salieri (F. Murray Abraham), un exagerado también? ¡Hey! ¡A ese tipo, en la película, iba a darle un infarto! ¿Y no produce un sentimiento hermoso escuchar un tanto de ese dramatismo, de vez en cuando? ¿Y no es lo mismo que hace Alberto, cuando recita? ¿Por qué el exceso de dramatismo debe ser criticado en el arte? Es como alzar el meñique y la ceja ante el exceso de desnudos en el Juicio Universal de Michelangelo. Pietro Aretino, el autor del Orlando Furioso, fue uno de los críticos de Michelangelo, sin embargo, el Juicio está todavía allí, a pesar de tales críticas. 


En fin, por hoy os tengo que dejar. 


Son las 5:29 de la mañana del miércoles 5 de enero del 2022 y os escribo desde mi cama, desde donde, dentro de pocos minutos, abordaré el lomo de una quimera para dirigirme a unas dunas donde compraré unos pendientes de alabastro a una tribu de nómadas.



        Post scritpum: Este es un video que hace las veces de publicidad y que postié tanto en Instagram como en Facebook.












Comentarios

Entradas populares