Nuevas generales, angustias y otras recetas







   


Espero que hayáis estado bien durante los meses que he estado desaparecido. Mi vida sigue dando giros inesperados y se me hace difícil dejaros aquí algún rastro de mi existencia. El último año lo he pasado ocupado en mil cosas, he tenido un año muy movido, por lo cual, me ha sido difícil concentrarme. He podido pintar muy poco, gracias a estas eventualidades de las cuales por ahora os digo lo mínimo indispensable. 


Cuando pinto, mi cerebro viaja a miles de kilómetros por segundo: todas las cosas que he leído y he pensado, se intensifican en mi mente y logro ver e intuir cosas que no logro comprender durante estados psicológicos más tranquilos. Cuando pinto, como estoy en un estado de actividad cuya ejecución es inconsciente (pues no me es ya necesario hacer psico-evaluaciones estéticas “habladas”), lo cual me deja tiempo libre para meditar sobre muchísimos argumentos y, si tengo preocupaciones o algunas razones para estar estresado, mi mente se enfoca en esas cosas para intentar resolverlas. Esto ocasiona que mi mente busque todas las combinaciones posibles para salir de ese estado de realidad alterada, produciendo mucho más estrés en su lugar. Esta forma de ser me impide a veces pintar, porque cada vez que tomo los pinceles, es como si abrazara las armas para ir a las trincheras. 


Cuando escribo, en cambio, mi mente reacciona de otra manera. Escribir mantiene la mente ocupada en el tema mismo de la escritura. Pintar, insisto, es una acción tan natural para mí como lo es caminar, pero la acción misma de usar los colores no es necesariamente definible en el mundo del pensamiento hablado. Cuando pinto, no es que me pregunto: “¿es correcto tal o cual color, en relación al contexto?” “Es justo este tono al lado de aquella luz”, “¿sería mejor usar otro tipo de verde?” No, cuando pinto, siento todas esas cosas, del mismo modo que, cuando se tiene calor, sin hablarse mentalmente, uno va y enciende el ventilador; o cuando se camina, se aumenta la velocidad si se quiere llegar más rápido al supermercado, antes de que lo cierren, sin mencionar una sola palabra pensada al respecto. 


En esos arcos de tiempo donde se pinta, se piensa muchísimo. Pienso tanto que, cuando termino de pintar, a veces, quedo tan cansado, que quisiera irme inmediatamente a dormir; otras veces, me son necesarias algunas horas para poder calmarme. No significa que pintar no sea más que una mera actividad sensorial y no intelectual, es sólo que el trabajo se realiza con otros instrumentos intelectuales donde las palabras no son necesarias. 


Hay personas que toman este estado psicológico como método para huir de la realidad y otras personas, como yo, lo utilizan para analizarla, con sus respectivas consecuencias. 


Volvamos al tema. 


Este último año he querido retocar los textos ya escritos para poder finalmente publicarlos. 


    Me di cuenta que sólo el primer capítulo de La Nocturna Deidad abarcaba 74 páginas en formato A4 que, al juntarlo con el tercer capítulo, que era la continuación del primero, produjo más de 260 páginas en A5. Difícilmente, alguien querría invertir en un libro cuyos primeros capítulos constituyen un libro entero, así que decidí, como antes ya había considerado, utilizar tal material para realizar un libro independiente, con otro nombre. He pensado utilizar una versión más sintética en La Nocturna Deidad, una especie de resumen que sea una citación textual al diario de Eren Thintie. 


He enviado el pdf a varias editoriales en España, en México y Argentina, pero nadie me ha contestado hasta ahora. No sé si alguien llegará a interesarse en mi trabajo o quizás cuándo me llegará una mail con un contrato. Ignoro incluso las cláusulas que tendría que aceptar, en tal caso; por ahora, la eventualidad, no me preocupa. 


El libro del cual os hablo, lo terminé llamando “Dos soles que arden sobre el avhid”. 


La frase parece más el verso de una poesía que el título de un libro, pero igualmente, si alguien llegare a interesarse en él, en el vlado Eren Thintie y sus dolorosos recuerdos, ese es el nombre que por ahora le he dado. Digo por ahora, pues estoy abierto a los cambios. 


En cuanto al podcast, me ha sido imposible dedicarme a su realización. Hace como ocho meses mezclé la introducción para el tercer episodio, pero mi vida, como la realidad, ha echado sus lazos sobre mis muñecas y tobillos y tiende a sujetarme a la tierra con una ferocidad par a la de un mar embravecido. Para estas cosas, para escribir, grabar, declamar poesías y textos, dejémoslo en claro, se necesita poca fuerza de gravedad.


¿Cuánto tiempo más estaré en ascuas, queridos míos? Espero daros buenas noticias, próximamente. En caso contrario, quedo a la disposición del Omnipotente, a la espera de un milagro. 


Me despido, desde la silla que queda delante de la ventana, hoy 6 de octubre del 2023, a las 13:01 de la tarde, hora romana.


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